jueves, 9 de diciembre de 2010

MIGUEL ANGEL CASQUET, ALUMNO DE 1º ESO, GANA EL CONCURSO LITERARIO "SOLIDARIDAD EN LETRAS"

Miguel Ángel Casquet Cano, alumno de 1º de ESO del IES Azahar, ha ganado el IX Concurso de redacción del Certamen "Solidaridad en Letras" convocado por la Consejería de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucia con un cuento que lleva por título "A TRAVÉS DE LA VENTANA" donde se narra la historia de Manuel y Paula, dos adolescentes que cada día miran a través de la ventana las caras tristes de unos ancianos que viven en una redidencia. Deciden implicarse en un proyecto de acompañamiento e intercambio de experiencias con ellos que inician ambos niños y termina con la participación de toda la comunidad.

El departamento de lengua castellana y literatura ha participado todos los años en el certamen literario “Solidaridad en letras”. No ha sido este el único premio conseguido. En 2005 consiguió un 2º premio provincial con el relato “LA GRANJA SOLIDARIA” del alumno Paul Rosero Cordero y en 2008 consiguió un tercer premio provincial con “SARA” de Minerva Blanco Canas.

El haber quedado este año el primero de Andalucía es una gran alegría para toda la comunidad educativa de Antas.

La semilla sembrada con el esfuerzo y constancia a lo largo de los años da sus frutos.


A TRAVÉS DE LA VENTANA


Esta es la historia de unos chicos que terminaron el colegio y llegaron al instituto: Manuel y Paula. Ellos eran vecinos y compañeros de clase, además de muy grandes amigos desde la infancia.

Ambos tenían 12 años: a Manuel le gustaba jugar al ajedrez, los animales y la naturaleza; los hobbies de Paula eran la lectura, el baloncesto y hacer senderismo.

Vivían en unos pisos muy modestos de un barrio humilde. Siempre se han conformado con muy poco, y han sabido valorar lo que tenían. De muy pequeños han tenido la voluntad de ayudar a los más necesitados, preocupándose de hacer el bien por los demás. Cuando ha habido que ayudar a alguien, han sido los primeros en acudir.

Estos amigos, al cambiar del colegio al instituto, cambiaron de ruta e iban por otra calle; todos los días pasaban por delante de una residencia.

Una mañana camino de clase Paula le dijo a Manuel:

- ¿Te has fijado en los ancianos que miran a través de la ventana?
- Sí, se ven muy serios – respondió Manuel.
- Llevamos días pasando por aquí y me da pena ver esas caras tan tristes – observó Paula - ¿Por qué no vamos una tarde y los conocemos? Me gustaría saber qué podríamos hacer para que se encontraran mejor.

- Me parece una gran idea – respondió Manuel.

A la mañana siguiente, cuando terminaron los deberes, llegaron a la residencia. En la entrada los atendió una cuidadora que les preguntó:

- ¿Sois familia de algún residente? – preguntó con agrado.
- No, sólo veníamos para conocerlos y hablar con ellos
- respondieron al unísono los dos.

Los pasaron a una sala más grande donde se encontraban los ancianos.

Cuando entraron allí todos los presentes levantaron la mirada, y una señora se acercó y les dijo:

- Yo os conozco a vosotros, pasáis todas las mañanas por esta calle. ¿Qué os trae por aquí?
- Queríamos conoceros y venir a pasar la tarde aquí con vosotros contestó Paula.

Los demás se acercaron y se les abrió una gran sonrisa.

- Nos parece una buenísima idea – dijo uno de ellos.

La señora que nos atendió a la entrada dijo:
- Yo me llamo Ana y vosotros, ¿cómo os llamáis?
- Somos Paula y Manuel – respondió el chico.

Después de las presentaciones se pusieron a jugar a varios juegos de mesa: cartas, dominó, parchís, oca,…. En algunos juegos los chicos no tenían ni idea, pero tenían unos fantásticos profesores que les enseñaban.

Cuando empezó a anochecer los chicos se fueron: se les había hecho la tarde muy corta. Suele ocurrir cuando te lo pasas muy bien.

A la mañana siguiente, cuando pasaron por la residencia, miraron a la ventana. Sus nuevos amigos salieron a su encuentro y les dieron los buenos días a los chicos.

- Esta tarde volveremos a la residencia, pero traeremos alguna sorpresa – le dijo Paula a Manuel con una sonrisa pícara.

Cuando llegó la tarde fueron antes de que ellos merendaran y les llevaron una gran tarta que habían hecho para que tomaran la merienda todos juntos. Todos los ancianos se quedaron asombrados cuando vieron la sorpresa que les traían. No sobró nada de tarta, estaba riquísima.

Estuvieron hablando de qué trabajo tenían cuando eran más jóvenes, los hijos y nietos que tenían,… Los más mayores comentaban que sus familias vivían casi todas en otras ciudades, y por causa del trabajo solo se veían los domingos y días de fiesta.

Aunque estaban muy a gusto en la residencia, donde les atendían de maravilla, todos los días era la misma rutina y quizás necesitaban nuevos aires.

- Gracias a vosotros no nos sentimos tan solos.
- Comentaron los ancianos.

Los dos amigos se miraron y dijeron:

No nos tenéis que dar las gracias sino al revés:

Nosotros estamos dichosos de que ustedes estén contentos.

Manuel y Paula corrieron la voz a sus compañeros de clase y a todos les pareció una gran idea ir a compartir un rato de compañía con ellos.

Los abuelos se sorprendían viendo que la sala, que era bastante grande, se quedaba pequeña. Desde entonces, las tardes no volvieron a ser las mismas.

Los chicos llevaban sus ordenadores para enseñarles las nuevas tecnologías y tener más contacto con sus familiares.

Una tarde organizaron una reunión en el parque. A algunos mayores les costaba más esfuerzo llegar, pero tenían mucha ayuda de Manuel, Paula y sus compañeros de clase.

Los fines de semana organizaban excursiones a la montaña. En ese lugar había un manantial de aguas medicinales, que les cargaba las pilas para toda la semana.

Escuchaban historias, pintaban, hacían manualidades,… tocaban pequeños conciertos de lo que aprendían en el instituto, … todo desde el respeto y la educación hacia ellos.

El ayuntamiento de la ciudad valoró mucho la iniciativa de los chicos. Por ello, habló con la directora y las personas mayores para ver si podían realizar algunos talleres, donde aprenderían chicos y adultos a la vez.

A todos les pareció una idea genial.

En la actualidad este proyecto sigue adelante y se han logrado muchas metas. Los jóvenes han aprendido el cariño, el respeto y la sabiduría de nuestros mayores. Y nuestros mayores han aprendido que se puede ser joven después de los 65 años. No hay barreras en nada y aún les quedan muchas cosas que enseñarnos.

Cuando Manuel y Paula pasaban por delante del hogar de sus nuevos amigos, veían caras felices a través de la ventana.